domingo, 23 de octubre de 2016

CUANDO RUGEN LOS TAMBORES. Autora : Mª Dolores Aparicio.


A las 12 de la noche de Jueves Santo 25.000 tambores y bombos estallan en un atronador redoble por toda la comarca del Bajo Aragón. Cubiertos con negras túnicas y terceroles medievales, miles de turolenses venidos muchos de toda España para cumplir su inquebrantable cita anual inician llenos de emoción su Semana Santa. Durante dos días y dos noches, imparables, incansables, magistrales, tocarán y tocarán distintas marchas compuestas por el sentir popular, en espontáneas cuadrillas o en ordenadas y fervorosas procesiones.

Los nueve pueblos de la Ruta del Tambor tan próximos entre sí, a las 12 en punto de la noche, se estrechan aún más en el abrazo estruendoso, monumental y sobrecogedor de sus tambores y bombos que, tocando al unísono, "rompen la hora". Con el alma conmovida, lugareños y forasteros reviven en la madrugada del Viernes Santo "la hora nona", cuando la tierra tembló y se oscurecieron los cielos mientras Cristo moría en la cruz. Este es sin duda el momento más espectacular de todas las celebraciones de Semana Santa en esta comarca turolense, aunque quizás el más tradicional sea Híjar. La única excepción es Calanda, que "rompe la hora" a las 12 del mediodía del Viernes Santo en un acto multitudinario siempre filmado por alguna cadena de televisión internacional y nacional.

Pero también hay elementos que diferencian y dan personalidad propia a la manera de vivir la Semana Santa en los pueblos de la Ruta del Tambor. Por ejemplo en Calanda, que se precia de acoger cada año a personajes ilustres del mundo de la cultura o la política durante estas celebraciones y de haber llevado por todo el mundo el sonido de sus tambores a través de las películas del genial Buñuel o del también aragonés Carlos Saura. En Alcañiz, en cambio, los cofrades visten de azul claro y, sólo se tocan tambores, no bombos, siendo el sonido procesional diferente al resto, pero no menos emocionante.

En esta preciosa ciudad, famosa durante muchos años por su circuito automovilístico, tiene lugar el Domingo de Resurrección el acto que cierra la Semana Santa bajoaragonesa: la procesión del Encuentro Glorioso, popularmente conocida como "Las palometas". Se trata de la más antigua de las celebradas allí y merece ser vista por su originalidad. Es el encuentro entre el Santísimo Sacramento y la Virgen del Carmen, quien va encerrada en una granada de madera y tela en la que se han introducido varias palomas con cintas de colores atadas a sus patas. Mientras suena música sinfónica en la Plaza Mayor y calles adyacentes, la granada se abre y el cielo se llena de colores por el vuelo de las aves. En Alcorisa más de 250 alcorisanos intervienen en la escenificación de la Pasión en un escenario natural desde hace 25 años. Su recorrido hasta el Monte Calvario donde Jesús es crucificado se inicia el Viernes Santo a las 5 de la tarde y dura dos horas.

En Albalate del Arzobispo la procesión del Santo Entierro, al anochecer cuenta con una masiva participación de alabarderos, como se llama en la zona a los soldados romanos, que desfilan con marcialidad redoblando sus tambores entre brillos de corazas y cascos. En Híjar, a las dos de la madrugada del Viernes Santo, la procesión de los "despertadores" rememora la oración en el huerto de Getsemani, en medio de un silencio momentáneo. El coro de "rosarieros", recias voces del campo, salmodian versos y ayes con acentos medievales -¡Ay de mí, mi Dios¡"- y nos recuerdan los sufrimientos de Cristo pidiéndole al Padre que le libere de la pasión que está por llegar.

Son tantos los actos que pueden visitarse en la Ruta del Tambor que el viajero debe programarse con antelación el recorrido. El horario de todos ellos es recogido por todos los periódicos aragoneses diariamente.

La Ruta del Tambor y el Bombo comprende nueve pueblos de la comarca del Bajo Aragón, que participan de ritos similares a la hora de celebrar la Semana Santa y que distan entre sí pocos kilómetros, apenas 30 los más lejanos. Pertenecientes a la provincia de Teruel, están, sin embargo, más vinculados a la ciudad de Zaragoza por su proximidad y buenas comunicaciones. Es el caso de Alcañiz, capital de la comarca, ciudad gótica y renacentista, con su hermosa lonja, colegiata y castillo, y de Calanda, antes famosa por el milagro, en el siglo XVII, de la Virgen del Pilar al cojo Pellice que tenía la pierna muerta y enterrada, y ahora por sus melocotones y por ser el pueblo del cineasta Luis Buñuel. Él fue el primero en llevar por todo el mundo el sonido de los tambores del Bajo Aragón en sus películas. También es el caso de Mijar, villa señorial, cuna de la imprenta aragonesa, que tiene documentada desde muy antiguo la celebración procesional de la Semana Santa, y la primera en ser declarada de Interés Turístico Nacional.

A estos tres lugares, famosos en el tiempo por su peculiar manera de celebrar la Pasión y Muerte de Jesús, se han incorporado sucesivamente a lo largo del siglo XX otros seis pueblos de la zona: Andorra, capital de la cuenca minera; Albalate del Arzobispo, Urrea de Gaén, La Puebla de Mijar, Samper de Calanda, productora de magníficos quesos; y Alcorisa, que escenifica la Pasión y Muerte de Cristo en el Monte Calvario con la participación de casi todo el pueblo.


La Cuadrilla de la Ruta del Tambor y el Bombo está integrada por numerosos representantes de estos nueve pueblos. Su misión es tocar en jornadas, concursos y actuaciones en las que son reclamados por toda España, dando a conocer las famosas y antiquísimas marchas que luego serían copiadas e incorporadas por distintas cofradías aragonesas, como "La Jota" de Albalate, "La Palillera" de Calanda, "Las imágenes" de Hijar... u otras nuevas creadas para lucimiento de redobles y mazazos.

En la mañana del Domingo de Ramos se celebra el Concurso de Tambores en el que participan cuadrillas de todos los municipios del Bajo Aragón. Es una prueba muy reñida en la que cada pueblo se juega su prestigio y que sirve de precalentamiento para el Jueves Santo. La Plaza de la Villa, en Hijar, se engalana para tan importante acto y los espectadores se amontonan entre los arcos encalados que la bordean. Antes, el rosario de "los despertadores", a las 7 de la mañana, y la procesión de "La Burrica", que representa la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, inician oficialmente los actos de Semana Santa.

Celebrado desde hace muchos años, este Concurso Nacional de Tambores y Bombos ha tenido gran importancia en la difusión por otras comarcas aragonesas, e incluso por otras comunidades españolas, de los toques procesionales del Bajo Aragón. Los hombres de Mijar se sienten orgullosos de ser sus promotores.

Para Quico, un chaval de 12 años que vive en Zaragoza y que sale en las procesiones desde que tenía un año sin faltar nunca a su cita con la Semana Santa, "estar allí es una sensación que no se puede sentir siempre. Es volver a reunirte con tus primos, familia y amigos en una casa donde siempre hay mucha gente entrando y saliendo. Luego, ir a la procesión con la túnica y el tambor y estar dos horas andando por todas las calles, los pies con callos y las manos con heridas. Y cuando acaba, te vas a la puerta de un amigo y tocas ahí, con el grupo, y lo pasas en grande, todos juntos, hasta que se hace otra vez la hora de la siguiente procesión. No lo cambiaría por nada".

Los mismos sentimientos embargan a Joaquín, de 53 años. Aunque su padre era de Híjar, él ya no nació en el pueblo, pero siempre acude en Semana Santa desde niño. "Un viaje de estudios en la carrera, el parto de mi mujer y la falta de camas en la casa familiar han sido las tres únicas ocasiones en que he faltado. Para mi es cumplir con una tradición familiar. Disfrutar tocando el tambor y una vez al año reunirte con la familia y amigos, que vienen de diferentes lugares, y participar del mismo ambiente, que cada vez es más de diversión y menos de recogimiento y devoción como era antes".

Mariano Laborda, hijarano de pro e impulsor a escala nacional del desarrollo turístico de la Semana Santa del Bajo Aragón, genial creador de la Ruta del Tambor, explicaba algunas claves de esta fidelidad masiva de las gentes de su comarca. Porque en cualquiera de los nueve pueblos sometidos a la dura prueba de la emigración en los años sesenta ocurre igual. Nadie falla. Todos vuelven en esas fechas. Y con ellos, sus descendientes nacidos y criados fuera de ella. Dice Mariano Laborda que "son los tambores y bombos en plegaria continua sostenida por millares de manos y gestos, que con su frenético redoble aprietan el corazón y anudan la garganta. ¡Delirio y pasión hijarana en su Semana Santa! Ante estas multitudes, el alma se conmueve y emociona. Es todo un pueblo que sigue marcando a redoble de tambor la herencia que con tanto amor recibió de generación en generación a través de los siglos". Y continúa: "todo Híjar canta con el lamento de sus tambores y bombos, desde Edad Media, la Pasión y Muerte de Cristo. Son días y noches de no dormir, de negras figuras encapuchadas en interminables filas que surcan calles y plazas de empinadas cuestas, en medio del estruendo, monocorde, obsesivo de millares de tambores y bombos, y que claman en marcha 'que suban, que suban, que suban' las imágenes".

Desde la Edad Medía hasta hoy En 1519, el IV duque de Híjar fundó en la población un convento de franciscanos, encomendándole la organización de la Semana Santa según el dogma católico. Desde entonces se ha mantenido la tradición procesional con toques de tambores, extendiéndose después por todo el Bajo Aragón. Pero dos siglos atrás ya encontramos testimonios escritos del toque del tambor del primer señor de Ixar, como llamaban los árabes a la localidad, don Pedro Fernández. Éste fue hijo natural del rey aragonés Jaime I el Conquistador, quien en 1268 donó a su hijo todas estas tierras conquistadas a los moros, en agradecimiento por su gran labor en las campañas guerreras. También se recogen en antiguos escritos que durante esa época "se reunían en el cabezo de la Cruz Grande las gentes de la Villa Viella de Ixar, vistiendo sayal negro y cara tapada, tocando tambos", calderos y cacharros ruidosos, gritando así su dolor por la muerte de Cristo.

Actualmente el ducado de Híjar pertenece a la Casa de Alba y de su magnifico castillo sólo quedan algunos muros en pie. Sí permanece el trazado árabe de los barrios más antiguos, de empinadas cuestas y tortuosas calles de casas encaladas, adornadas aceras y balcones con profusión de calas y geranios. Ésta es tierra mudéjar, y en los aleros y arquerías de las antiguas casonas se deja sentir, junto al adobe, el ladrillo y la mamposta, la fuerza de creativa del mudéjar aragonés, que en las plazas recoletas comparte estrellato con altares y capillas, colocados sobre los arcos en los cruces de las calles, como el de San Roque con el perrico o el del Carmen. No menos interesante es la sinagoga en el barrio judío de San Antón, todo él declarado de interés histórico-artístico.

Cualquier pueblo de la Ruta del Tambor guarda sorpresas admirables, tanto en sus magnificas iglesias y edificios civiles, como en sus sencillas casas de adobe y cal. En ellos podemos conocer y apreciar el arte mudéjar aragonés declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO el 14 de diciembre del 2001, que reconoce a Aragón como el máximo exponente del mudéjar español. Su autenticidad, junto con la hospitalidad y cordialidad de sus gentes, son lo más valioso. En Híjar, por ejemplo, cualquiera que llegue y demuestre interés por salir a tocar con las cuadrillas enseguida encontrara quien le preste una túnica y le
inicie en los más elementales redobles 1para seguir las marchas. Y también participará en las meriendas que, de cuando en cuando y para reponer fuerzas, se organizan en las casas. Porque los que tocan el tambor y el bombo están libres del ayuno y la abstinencia del Viernes Santo por bula papal, y por que además lo hacen durante dos noches consecutivas.

Desde hace unos años, por fin, las mujeres pueden tocar el tambor y el bombo en Híjar. Éste era el único pueblo de la comarca que se resistía fieramente a la participación femenina. ¡Ay de aquélla que fuera pillada en falta, infiltrada por la noche en alguna procesión! Inmediatamente, y para afrenta de su familia, era sacada de la fila y expulsada por el primero de los hombres que la descubriera. Esta singularidad de Hijar era defendida a capa y espada por la mayoría de los habitantes del pueblo -hombres y mujeres- y por muchísimos de los participantes que cada año acudían de fuera a celebrar la Semana Santa. Era la tradición.

La mujer tenía su papel como camarera de la Virgen. Participaba en las procesiones con su mantilla, su rosario y su vela. Y mucho antes, en el primer tercio del siglo XX, niñas, solteras y casadas veían pasar las procesiones desde detrás del visillo, sin siquiera salir al balcón en señal de recogimiento y fervor Quizás para evitar distracciones a los cofrades, no se les fueran a ver las piernas desde abajo.

Pero los tiempos evolucionaban y en el resto de la comarca las mujeres se iban incorporando a las cuadrillas de tambores y bombos. Finalmente, en la Semana Santa de 1998, un grupo de mujeres jóvenes, no muy numeroso por cierto, decidió poner fin a una tradición de más de 500 años. Por sorpresa y con nocturnidad, a cara descubierta, "rompieron la hora". La prensa de Teruel se hizo eco de aquel momento. A las doce de la noche del Jueves Santo, en ese instante indecible que aprisiona el ambiente y tensa los músculos, cuando en el reloj de la parroquia suena la primera campanada, sincronizada con el brazo del alcalde que levanta su vara para dar la señal desde el balcón del Ayuntamiento, el rito de siglos, el de romper la hora, se transformó en un nuevo y más poderoso rito: eran los hombres y las mujeres de Híjar, a millares, en un huracán hermoso y rugiente, al unísono por fin.


Autora : Mª Dolores Aparicio.

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